Gobernar la in o coherencia
Son muchos sabios los que confrontan con la escenificación del acuerdo entre diversas agrupaciones y los que catalogan dicha circunstancia ‘surgimiento’ derivado de un oficialismo en vías de descomposición y una gobernabilidad por parte del Ejecutivo que porta su único engarce en la magnitud de su agrupación, la popularidad de sus figuras presidenciales y la esperanza de una nueva administración tan fructuosa como la que ofreció antaño el caudillo don Pepe Figueres. Otros se muestran más robustos y achacan la aparición de ciertas ‘uniones libres’ a la fumigación de los fundamentos pragmáticos del socialismo democrático por el que se fundó el PLN.
Lo cierto es que, sea cual sea la causa, contamos con un panorama de alianzas fraguadas por agrupaciones que han mantenido por tiempos inmemorables pugnas verbales. Las discrepancias ideológicas entre estos partidos de signo contrario y el contraste en el compromiso de sus votantes, hacen que los verdiblancos vean sintácticamente incongruente un reparto de tareas y responsabilidades y que vaticinen un gobierno opositor con una condicionada efectividad del gabinete. En parte es lógico que así suceda cuando una coalición se configura no en orden a desarrollar un programa entre formaciones antagónicas sino con el objetivo confeso de impedir el acceso al poder de una nueva tendencia liberacionista. Sin embargo, en muchas ocasiones el ímpetu mueve montañas, como así está sucediendo en Chile.
La coalición opositora se ha hecho con la victoria en las elecciones municipales. El diario El Peruano publicó el pasado mes, “la oposición de centro-izquierda se impuso en la elección de alcaldes de todo Chile, las primeras con voto voluntario y donde se registraba una baja participación, según un primer cómputo oficial con el 58,29% de las mesas escrutadas”. La oposición, que reúne a socialistas, democratacristianos, socialdemócratas y radicales, y que sumó al Partido Comunista en algunos distritos, alcanzó el 43.65% de los votos, frente al 38.03% que obtuvo el oficialismo de derecha, que había vencido en las elecciones locales de 2008. La centro-izquierda, que gobernó Chile por 20 años tras el fin de la dictadura de Augusto Pinochet, se impuso en la alcaldía de Santiago con Carolina Tohá, exministra del gobierno de la socialista Michelle Bachelet, que le arrebató el municipio al ultraconservador Pablo Zalaquet.
El presidente del Partido Unidad Socialcristiana, Gerardo Vargas, simpatiza con la idea de Alianza y por ello organiza un evento para este jueves donde se apersonarán tanto la oposición como líderes internacionales a fin de manejar un diálogo nacional que potencie una política de coalición. Llegar a una conclusión sobre el tema resulta difícil, pero diría que la historia nos enseña claramente que las alianzas no deben concebirse como meramente tácticas y circunstanciales, sino en serio. Caso contrario su viabilidad se proclamará dudosa y su futuro sumamente incierto.
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